domingo, 2 de enero de 2011

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A veces nos pensamos que nada va a cambiar, que nuestra vida es lo que es y, en cuestión de segundos, una simple llamada o un simple comentario te da la vuelta y tu vida deja de ser como la conocías. Y esto es lo que me pasó un día como hoy, hace 3 años. Un 2 de enero de 2008, alrededor de las 11:00 de la mañana mi vida cambió con la llamada de mi madre para decirme que mi abuelo (su padre) había sufrido un paro cardíaco que no le dio opciones a nada. Seguidamente, 15 días después, también fallecía mi abuelo paterno después de 15 días de agonía en coma.

En ese momento, cuando pierdes a un pilar, cuando pierdes a un abuelo que también ha sido padre y amigo, sabes que nada será lo mismo y que todo va a cambiar, pero nunca me imaginé que tanto. Después de unos días, lógicamente chungo, recuperé mi vida y la normalidad... durante 5 meses. En mayo comenzó todo: ataques de ansiedad, ataques de pánico, taquicardias, depresión... No sabía qué pasaba, ni como controlarlo, pero pensaba que yo solo podría con todo esto.

Seguramente que hay enfermedades mucho peores, pero desde entonces tengo claro que los ataques de ansiedad es una enfermedad que no se la deseo ni al peor de mis enemigos. Hay que ser muy fuerte para no caer mucho más. Pero, por suerte, tres años después, unos cuantos antidepresivos y una terapia psicológica han permitido que sólo sea parte del pasado y que pueda decir que he pasado página y que es sólo cosa del pasado.

Gracias a familia, gracias a mi pareja, gracias a mis amigos pude avanzar. Gracias a ellos que me ayudaron a tener fuerza, la que me llegó a faltar. Y, sin duda, también quiero destacar un nombre: Irene Alastrué Martínez, mi psicóloga, una profesional como la copa de un pino. Objetivamente, no sé si será la mejor psicóloga o de las peores, si será una fuera de serie o una del montón, pero me da absolutamente igual. Subjetivamente para mí es una fuera de serie, la mejor profesional y mejor psicóloga que me podía haber encontrado.

Y, obviamente, gracias a la ansiedad, que gracias a ella he podido pasar página, he podido aprender y he conseguido hacerme mucho más fuerte.