jueves, 29 de septiembre de 2016

Mi primera triathlon



Hace poco más de un año quedé con un amigo con el que hacía años que no nos veíamos. Y mientras nos estábamos poniendo al día:

- Oye tío, que me he puesto a hacer deporte. He empezado a salir en bici.
- ¿En serio? Muy bien! Yo en Holanda comencé a correr y lo estoy tomando como rutina. Me mola.
- Molt bé! ¿Y te animarías a una triathlon? Debe molar. Además hay una modalidad que es super sprint que es bastante asequible para probar. Si buscas por Internet hay muchos planes de entrenamiento.
- Pues la verdad que nunca me lo había planteado. Ya le echaré un vistazo.

Y ahí se quedó el tema. Busqué información por Internet, vi esos planes de entrenamiento y comprobé las distancias de las diferentes modalidades de triathlon. Pero no hice nada. Pero la idea se quedó en mi mente.

Fue pasando el tiempo y esa idea fue madurando. En noviembre ya escribí un post sobre mi primera carrera 10k donde me marcaba como reto correr una triathlon. Aún así era una idea que veía lejana. Hablaba con gente, lo comentaba, pero no me lo acababa de creer.

Y la idea seguía madurando en mi mente.

Poco a poco me fui autoconvenciendo de que quería probarlo. Volví a buscar información sobre las diferentes modalidades de triathlon, especialmente la super sprint. 350 metros nadando, 10 kilómetros en bicicleta y 2.5 corriendo. La distancia de carrera la tenía más que controlada. Los 10 kilómetros en bicicleta también. La gran incógnita era la distancia a nado, pero no parecía demasiado inalcanzable. Así que pense...



Me apunté al gimnasio y lo primero que hice fue ir a la piscina a medir mis posibilidades en la prueba de natación. Casi muero... en los primeros 25 metros. Bufff, pues empezamos mal.

Todo el verano he ido entrenando en la playa unas 2-3 veces por semana hasta llegar a poder nadar cerca de 600 metros. Las cinco última semanas, además, lo combinaba con entrenamiento de bicicleta y carrera. Hasta el día de la carrera.

Gorro, gafas, bañador, casco, camiseta, calzado, calcetines, toalla, bicicleta,... No sé cuántas veces revisé si tenía todo el material.

Llego al lugar de la prueba (Gavà) y justamente los de la categoría Olímpica comienzan a llegar a la orilla. Me acerco a observar. Veo la salida de la categoría Sprint y comienzo a ponerme nervioso. Sólo quedan 30 minutos para que llegue nuestro turno, el de la categoría Super Sprint.

La primera prueba de natación me fue mucho mejor de lo que pensaba. Como en cualquier otra competición la salida es frenética y loca. Te dejas llevar por la emoción y la energía de todos los participantes, por lo que terminas yendo a un ritmo superior al tuyo, casi sin notarlo. Cuando me doy cuenta estoy ya enfocando la llegada a la orilla y todavía me encuentro bien. He adelantado gente, no he recibido patadas y no he tenido que parar ningún momento para recuperarme. Pero entonces la obsesión de ver la orilla cerca y de pensar que ya hacía pie me jugó una mala pasada y me agobié mucho. Los últimos metros me costaron más de lo que me había costado el resto del trayecto. Llego por fin a la orilla y me permito el relajarme y descansar un poco. Salgo corriendo hacia la zona de transición.

La segunda prueba de ciclismo, para compensar lo bien que me fue la de natación, me va peor de lo que pensaba. No empiezo mal. Me encuentro bien físicamente, voy tirando, llevo un buen ritmo para mí e, incluso, adelanto a alguna persona que otra. Pero de pronto, cuando voy por mitad de carrera, me comienza a adelantar todo el mundo. Como estaba probando no hice una gran inversión en material y estoy participando con una bici mía de mi época de adolescencia. Sí, la bici tiene más de 20 años y estoy compitiendo con gente que tiene bicis nuevas. Por muy bien que empiece, me terminan alcanzando. Me agobio un poco, pero consigo tirar a mi ritmo y sin problemas. A falta de 100 metros para llegar a meta se me sale la cadena. "¿En serio? ¿Ahora me tiene que pasar esto?". Escucho de fondo varias personas que me dicen "¡Venga que estás llegando! ¡Sólo te faltan 100 metros! ¡Llegarás antes si vas corriendo!". Les agradezco los ánimos y el consejo, cojo la bici y recorro lo últimos metros corriendo.

Y por fin la tercera prueba de carrera. Es la parte de las tres que más controlo, ya que es lo que hago durante todo el año. Empiezo la carrera pendiente de mis piernas ya que mucha gente me había alertado que la transición de bici a carrera es rara, ya que las piernas no acaban de responder. Noto que las mías sí que responden, todo está en orden, pero las noto muy pesadas, demasiado cansadas. Así que bajo el ritmo por debajo de mi media para no tener que parar antes de cuenta. Me voy fijando cómo está la gente y veo que muchos han llegado fundidos, lo que me da ánimos para continuar. Poco a poco me voy encontrando bien y voy recuperando mi ritmo, llegando a la línea de meta y una velocidad más alta que con la que había comenzado este último segmento de la carrera.

En total tardé 1 hora y 1 minuto en completar toda la prueba. 8 minutos en nadar los 350 metros, 31 minutos en los 10 km de bici y 15 en los de carrera. El tiempo restante, en las dos transiciones.

Estoy muy contento de la experiencia. Estoy muy contento de los resultados. Y estoy muy contento de cómo el cuerpo me ha respondido a una prueba tan exigente (incluso siendo la categoría menor). El haber estado entrenando todos los días, casi sin excepción, durante las últimas 5 semanas antes de la carrera ha dado su resultado.

Soy un finisher. Han pasado 8 horas desde que acabé la carrera y todavía tengo la adrenalina a tope en el cuerpo. El incremento de confianza en mi mismo es muy alto ahora mismo.

Me avisaron que fuese con cuidado que el triathlon, una vez lo pruebas, engancha. Y estoy enganchado. El año que viene quiero volver a participar, pero esta vez subo un poco más el reto. Como mínimo quiero probar la categoría de sprint, el doble de distancias en cada uno de los segmentos.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Héroes anónimos

Pocas semanas antes de que falleciese (sin saber él que iba a fallecer), mi abuelo me explicó la historia de cómo su (mi) familia dejó su Andalucía natal para emigrar a Cataluña. No faltaba mucho tiempo para que se cumpliesen 50 años de su venida y en ese momento le pareció oportuno explicármelo.

Todos los miércoles iba a comer a casa de mis abuelos y, después de la comida, nos quedábamos muchas veces aún sentados en la mesa del comedor para charlar.

Allí estábamos aquel día los dos sentados en la mesa, recién habiendo comido un mediodía de miércoles cualquiera.

- ¿Sabes que dentro de poco hará 50 años que llegamos a Cataluña?
- Ah, ¿si? Pues no, no sabía que hubiese sido hace tanto tiempo.
- Pues sí, en unos pocos meses. Llegamos en coche. ¿Te he contado alguna vez la historia?
- No.
- ¿Tienes tiempo o te tienes que marchar a trabajar?
- No, todavía me queda algo de tiempo antes de marcharme.

Mis abuelos vivían con sus tres hijos en la pequeña población de Montalbán. Un pequeño pueblo andaluz de la provincia de Córdoba. No se podría decir que era una persona rica, pero sí que estaba bien posicionado en el pueblo. Tenía tierras, las cuales cultivaba y eso lo hacía ser una persona de buena posición y consideración.

Un buen día, probablemente después de otro madrugón más o de haber pasado el día entero trabajando bajo el sol, se preguntó si esa era la vida que quería para sus hijos. El más pequeño (mi tío) de un año aproximadamente, la mediana (mi madre) de unos tres años y la mayor (mi tía) de unos seis años. Se proyectó en el futuro, miró cómo podría ser un futuro sin moverse de Montalbán y vio que el campo no era la vida que quería para el futuro de sus hijos. Así que decidió partir.

Estuvo probando diferentes lugares y trabajos, para ver cuál le gustaba más, dónde veía mejor su futuro. Estuvo en Asturias, estuvo en Madrid, estuvo en Francia y no recuerdo si en otros lugares. Nada de lo que veía le convencía, hasta que un día dejó caer sus huesos por Rubí, en la provincia de Barcelona.

Allí conocía a gente. Conoció al jefe de una fábrica textil que le ofrecía un buen trabajo. Encontró una vivienda donde podrían vivir. Todo le cuadró, todo le convenció. Por lo que volvió para su Montalbán natal con las buenas noticias. Vendió tierras, hizo maletas y cogió a toda la familia para recorrer en coche los más de mil kilómetros que separaban Montalbán de Rubí.

Probablemente fue un sueño, probablemente fue una visión, probablemente las ansias de una vida mejor. Pero lo cierto es que dejó atrás una vida relativamente acomodada en busca de un objetivo. Lo dejó todo, lo vendió todo para empezar una nueva vida en un nuevo lugar.

Me he preguntado muchas veces qué hubiese pasado si hubiese tomado otra decisión. ¿y si se hubiese quedado en su vida acomodada en Montalbán? ¿y si se hubiese ido a Francia? Nunca lo sabremos (¿o sí?). Sólo sé seguro que para mí es uno de los muchos ejemplos de gente que persigue un deseo o un sueño, sin dejarse llevar por la comodidad de lo conocido. Gente que, cada vez más frecuentemente, son menos comunes y se convierten en una especie de héroes anónimos terrenales, sin capas, ni máscaras.



Esta es una historia que tuve que explicar recientemente en un curso de "Storytelling" al que asistí. Teníamos que explicar una historia al resto de los asistentes y, sin nada preparado, improvisé ésta en el último momento. Todo es cierto, salvo algunas incorrecciones debido a mi, en varias ocasiones, mala memoria :-)

Mientras la explicaba me sonó con fuerza el trasfondo de la misma y me di cuenta que como sociedad nos estamos acomodando demasiado y pensé que a veces deberíamos aprender de aquellas personas que toman decisiones arriesgadas, saliendo de su comodidad, de lo conocido. Sólo por perseguir un sueño u otro tipo de vida deseado. Que saben, en un momento dado, pegar un (pequeño) cambio en sus vidas, sin dejarse llevar por la corriente, sin continuar haciendo lo que llevan años haciendo, aunque en un primer momento no les satisfaga, sientan miedo o dé los resultados esperados. Pequeños héroes anónimos que no llevan capa, ni máscaras, pero en los que deberíamos fijarnos y aprender más de ellos.

Este es un caso, pero hay muchos más. En la medida de lo que pueda y me acuerde, intentaré escribir más historias como ésta.