Hace unos años me dijo una persona, que se había tomado un año sabático para dar la vuelta al mundo, que una vez que rompes la barrera de tu zona de confort, y sales de tu país, nunca vuelves a ser el mismo. Que la rutina se vuelve más rutina, que el gusanillo que tenías antes no sólo no desaparece sino que crece y que tu entorno lo ves totalmente diferente.
Dos años después de habernos ido, y estar de vuelta a Barcelona, no puedo darle al 100% la razón (tengo mis sospechas que no debe ser lo mismo dar la vuelta al mundo, que vivir una temporada fuera :-) ), pero sí al 80%
La rutina se vuelve un poco más rutina. Si quieres aprovechar bien tu experiencia de estar fuera, debes estar con todos los sentidos atentos e intentar disfrutar hasta de la chorrada más tonta. Nuevo idioma, nuevo entorno, nuevas costumbres, nueva cultura,... Cada día puedes aprender algo nuevo, cada día puedes vivir algo diferente y si no quieres perderte nada, necesitas visitar el mayor número de sitios posibles y andar siempre con todos los sentidos alerta. Sólo así aprenderás y sólo así aprovecharás al máximo la oportunidad. Claro que eso, se termina volviendo un poco en tu contra cuando vuelves. La rutina se vuelve más rutina de lo que era antes.
El gusanillo, ese gusanillo que tienes y que te hace pensar que algún día te gustaría vivir esa experiencia, ese gusanillo que crees que matarás cuando lo vivas y vuelvas, se puede volver más grande. Si la experiencia te ha ido bien y, sobre todo, has sabido disfrutarla, podrá crecer. Recordarás con nostalgia todo ese tiempo (hay un síndrome llamado el
síndrome de Erasmus o
síndrome de repatriación que explica muy bien esta sensación) y continuarás con las ganas de volver a repetir la experiencia. Esta vez probablemente con más ganas porque ya has roto una barrera y ves que no es tan complicado o difícil como podías pensar al principio, además de saber lo gratificante y lo que te aporta personalmente.
Y, por último y, probablemente, lo más complicado, tu entorno lo ves diferente. Durante el tiempo que estás fuera (en mi caso un año y medio), la vida sigue, no sólo para tí, si no para toda la gente que, hasta hacía poco, te rodeaba. Obviamente sus vidas no paran y siguen adelante, pero esta vez sin tí. Cuando vuelves es como si hubieses viajado en el tiempo. Has estado un tiempo fuera, fuera de la rueda de tu entorno y desconentado mientras todo ha seguido a su curso.
Las últimas semanas, antes de volver, piensas que todo será fácil, que recuperarás tu vida y que todo te será familiar: tu gente, tu barrio, tu entorno,... Pero no es tan sencillo como parecía. Nada es como lo dejaste, porque todo ha seguido su curso. Y vuelves y te sientes desconectado y tienes que volver a conectar e intentar encajar en una rueda que ha seguido rodando pero esta vez sin tí.
Y después de todo, después de la
experiencia vivida y de la vuelta... ¿Me arrepiento de la decisión que tomé? En absoluto ¿Volvería a hacerlo si ahora se me volviese a presentar la oportunidad de nuevo? Muy probablemente, es algo que no descarto.