Quiero empezar el post dejando una cosa clara, porque todo siempre tiene un contexto y ha de entenderse dentro de éste. Desde pequeño (y no tan pequeño) mi "super héroe" favorito ni llevaba capa, ni llevaba los calzoncillos por encima del pantalón, ni tenía súper poderes. Mientras mis amigos y compañeros soñaban con volar, con trepar rascacielos, tener súper fuerza,... Yo soñaba con descubrir tesoros ocultos en Egipto o Jordania con mi sombrero Fedora y mi látigo en mano. Sí, yo siempre fui (y sigo siendo) un gran fan de Indiana Jones. Siempre he soñado ser como él.
Mi primer viaje (que yo sea consciente) lo hice en 1992, a Roma, con Viaró, el instituto donde estaba estudiando. Se iba a producir la primera beatificación de Jose Maria Escribà de Balaguer, el fundador y prelado del Opus Dei y Viarò, como entidad adscrita al Opus Dei, iba a organizar un viaje. Me impactó poder ver en persona tantas y tantas cosas que sólo las conocía por libros. Pero un adolescente de 16 años, rodeado de más adolescentes de 16 años poco más puede experimentar.
Así que mi primer gran viaje no se produjo hasta el 2005 que fuimos con unos amigos a Brasil. Más concretamente a Natal y alrededores. Desde entonces, con estancias más cortas o más largas o incluso viviendo, he podido sumar a mi lista más viajes: Jamaica, Cuba, Londres, Holanda, Bélgica, Lisboa, Berlín, Sur de Marruecos, Tailandia, Estocolmo, New York, Seattle, Vancouver, París, Florencia, Provenza francesa. Además de Tenerife, Santander, Galicia, Madrid, Sevilla, Granada, Navarra, Menorca, Ibiza o Valencia. Que ahora recuerde.
Mucha gente me dice: "Antes de salir al extranjero, prefiero visitar mi país que es muy grande y hay muchas cosas que visitar". Lo cual es cierto y, como ya he comentado en el párrafo anterior, yo también lo he hecho. Pero, como dice el título, no sólo me gusta viajar, sino que cuanto más lejos mejor. ¿Porqué?
Hace ya bastante años, tuvimos una visita de trabajo unos compañeros de Berlín con los que nos asociamos para trabajar conjuntamente en un proyecto en Alemania. El primer día llevé a uno de ellos a Barcelona (donde se alojaba) y comenzamos a hablar de Barcelona y Berlín (yo para aquellas todavía no había visitado la ciudad) y me dijo una frase que me ha quedado grabada en la memoria. Una de esas frases en las que siempre habías creído, la habías tenido presente, pero nunca le habías puesto palabras: "Hay dos tipos de lugares: los que se visitan y los que se viven y respiran". Y para mí esa frase siempre ha sido clave.
Para mí viajar es mucho más que visitar. Para mí viajar es experimentar, es vivir. Dentro de lo que un viaje de vacaciones te permite, viajar es conocer la cultura del lugar que visitas, entender algo más sobre ellos, abrir tu mente a nuevas experiencias y conocimientos. Considero más importante cuando íbamos a comprar la baguette cada mañana a la boulangerie que teníamos cerca del apartamento de París, que visitar el Louvre. O el haber ido cada día a comprar a un supermercado (dado que solemos alojarnos en apartamentos y no en hoteles) en Brooklyn que visitar el MOMA.
Y no es porque no me guste una visita a alguno de esos lugares, si no porque creo que aprendo mucho más viviendo un lugar que visitándolo.
¿Significa que no me gusta visitar mi país? Ni mucho menos, ya que cuando he podido lo he visitado. Pero, dentro de las diferencias de cada lugar que no son pocas, compartimos cultura, similares costumbres, mismo idioma, historia... Hay poco margen a experimentar, poco margen a aprender, poco margen a vivir.
En mayo de 2015 vinieron de vacaciones a Barcelona unos familiares de mi mujer de Bélgica y aprovechamos para quedar con ellos. Vinieron a Poblenou (donde vivimos) justamente para las Festes de Maig y, precisamente, el día que había Correfocs. Un año más tarde ¿qué es lo que todavía nos recordaban? lo mágica que había sido aquella noche para ellos, habiendose sentido partícipes de una tradición local que ellos desconocían y que nunca la podrían haber vivido "simplemente" visitando Barcelona.
Yo ya tengo preparado mi sombrero Fedora esperando nuevas aventuras.
Mi primer viaje (que yo sea consciente) lo hice en 1992, a Roma, con Viaró, el instituto donde estaba estudiando. Se iba a producir la primera beatificación de Jose Maria Escribà de Balaguer, el fundador y prelado del Opus Dei y Viarò, como entidad adscrita al Opus Dei, iba a organizar un viaje. Me impactó poder ver en persona tantas y tantas cosas que sólo las conocía por libros. Pero un adolescente de 16 años, rodeado de más adolescentes de 16 años poco más puede experimentar.
Así que mi primer gran viaje no se produjo hasta el 2005 que fuimos con unos amigos a Brasil. Más concretamente a Natal y alrededores. Desde entonces, con estancias más cortas o más largas o incluso viviendo, he podido sumar a mi lista más viajes: Jamaica, Cuba, Londres, Holanda, Bélgica, Lisboa, Berlín, Sur de Marruecos, Tailandia, Estocolmo, New York, Seattle, Vancouver, París, Florencia, Provenza francesa. Además de Tenerife, Santander, Galicia, Madrid, Sevilla, Granada, Navarra, Menorca, Ibiza o Valencia. Que ahora recuerde.
Mucha gente me dice: "Antes de salir al extranjero, prefiero visitar mi país que es muy grande y hay muchas cosas que visitar". Lo cual es cierto y, como ya he comentado en el párrafo anterior, yo también lo he hecho. Pero, como dice el título, no sólo me gusta viajar, sino que cuanto más lejos mejor. ¿Porqué?
Hace ya bastante años, tuvimos una visita de trabajo unos compañeros de Berlín con los que nos asociamos para trabajar conjuntamente en un proyecto en Alemania. El primer día llevé a uno de ellos a Barcelona (donde se alojaba) y comenzamos a hablar de Barcelona y Berlín (yo para aquellas todavía no había visitado la ciudad) y me dijo una frase que me ha quedado grabada en la memoria. Una de esas frases en las que siempre habías creído, la habías tenido presente, pero nunca le habías puesto palabras: "Hay dos tipos de lugares: los que se visitan y los que se viven y respiran". Y para mí esa frase siempre ha sido clave.
Para mí viajar es mucho más que visitar. Para mí viajar es experimentar, es vivir. Dentro de lo que un viaje de vacaciones te permite, viajar es conocer la cultura del lugar que visitas, entender algo más sobre ellos, abrir tu mente a nuevas experiencias y conocimientos. Considero más importante cuando íbamos a comprar la baguette cada mañana a la boulangerie que teníamos cerca del apartamento de París, que visitar el Louvre. O el haber ido cada día a comprar a un supermercado (dado que solemos alojarnos en apartamentos y no en hoteles) en Brooklyn que visitar el MOMA.
Y no es porque no me guste una visita a alguno de esos lugares, si no porque creo que aprendo mucho más viviendo un lugar que visitándolo.
¿Significa que no me gusta visitar mi país? Ni mucho menos, ya que cuando he podido lo he visitado. Pero, dentro de las diferencias de cada lugar que no son pocas, compartimos cultura, similares costumbres, mismo idioma, historia... Hay poco margen a experimentar, poco margen a aprender, poco margen a vivir.
En mayo de 2015 vinieron de vacaciones a Barcelona unos familiares de mi mujer de Bélgica y aprovechamos para quedar con ellos. Vinieron a Poblenou (donde vivimos) justamente para las Festes de Maig y, precisamente, el día que había Correfocs. Un año más tarde ¿qué es lo que todavía nos recordaban? lo mágica que había sido aquella noche para ellos, habiendose sentido partícipes de una tradición local que ellos desconocían y que nunca la podrían haber vivido "simplemente" visitando Barcelona.
Yo ya tengo preparado mi sombrero Fedora esperando nuevas aventuras.