Hace poco más de un año quedé con un amigo con el que hacía años que no nos veíamos. Y mientras nos estábamos poniendo al día:
- Oye tío, que me he puesto a hacer deporte. He empezado a salir en bici.
- ¿En serio? Muy bien! Yo en Holanda comencé a correr y lo estoy tomando como rutina. Me mola.
- Molt bé! ¿Y te animarías a una triathlon? Debe molar. Además hay una modalidad que es super sprint que es bastante asequible para probar. Si buscas por Internet hay muchos planes de entrenamiento.
- Pues la verdad que nunca me lo había planteado. Ya le echaré un vistazo.
Y ahí se quedó el tema. Busqué información por Internet, vi esos planes de entrenamiento y comprobé las distancias de las diferentes modalidades de triathlon. Pero no hice nada. Pero la idea se quedó en mi mente.
Fue pasando el tiempo y esa idea fue madurando. En noviembre ya escribí un post sobre mi primera carrera 10k donde me marcaba como reto correr una triathlon. Aún así era una idea que veía lejana. Hablaba con gente, lo comentaba, pero no me lo acababa de creer.
Y la idea seguía madurando en mi mente.
Poco a poco me fui autoconvenciendo de que quería probarlo. Volví a buscar información sobre las diferentes modalidades de triathlon, especialmente la super sprint. 350 metros nadando, 10 kilómetros en bicicleta y 2.5 corriendo. La distancia de carrera la tenía más que controlada. Los 10 kilómetros en bicicleta también. La gran incógnita era la distancia a nado, pero no parecía demasiado inalcanzable. Así que pense...
Me apunté al gimnasio y lo primero que hice fue ir a la piscina a medir mis posibilidades en la prueba de natación. Casi muero... en los primeros 25 metros. Bufff, pues empezamos mal.
Todo el verano he ido entrenando en la playa unas 2-3 veces por semana hasta llegar a poder nadar cerca de 600 metros. Las cinco última semanas, además, lo combinaba con entrenamiento de bicicleta y carrera. Hasta el día de la carrera.
Gorro, gafas, bañador, casco, camiseta, calzado, calcetines, toalla, bicicleta,... No sé cuántas veces revisé si tenía todo el material.
Llego al lugar de la prueba (Gavà) y justamente los de la categoría Olímpica comienzan a llegar a la orilla. Me acerco a observar. Veo la salida de la categoría Sprint y comienzo a ponerme nervioso. Sólo quedan 30 minutos para que llegue nuestro turno, el de la categoría Super Sprint.
La primera prueba de natación me fue mucho mejor de lo que pensaba. Como en cualquier otra competición la salida es frenética y loca. Te dejas llevar por la emoción y la energía de todos los participantes, por lo que terminas yendo a un ritmo superior al tuyo, casi sin notarlo. Cuando me doy cuenta estoy ya enfocando la llegada a la orilla y todavía me encuentro bien. He adelantado gente, no he recibido patadas y no he tenido que parar ningún momento para recuperarme. Pero entonces la obsesión de ver la orilla cerca y de pensar que ya hacía pie me jugó una mala pasada y me agobié mucho. Los últimos metros me costaron más de lo que me había costado el resto del trayecto. Llego por fin a la orilla y me permito el relajarme y descansar un poco. Salgo corriendo hacia la zona de transición.
La segunda prueba de ciclismo, para compensar lo bien que me fue la de natación, me va peor de lo que pensaba. No empiezo mal. Me encuentro bien físicamente, voy tirando, llevo un buen ritmo para mí e, incluso, adelanto a alguna persona que otra. Pero de pronto, cuando voy por mitad de carrera, me comienza a adelantar todo el mundo. Como estaba probando no hice una gran inversión en material y estoy participando con una bici mía de mi época de adolescencia. Sí, la bici tiene más de 20 años y estoy compitiendo con gente que tiene bicis nuevas. Por muy bien que empiece, me terminan alcanzando. Me agobio un poco, pero consigo tirar a mi ritmo y sin problemas. A falta de 100 metros para llegar a meta se me sale la cadena. "¿En serio? ¿Ahora me tiene que pasar esto?". Escucho de fondo varias personas que me dicen "¡Venga que estás llegando! ¡Sólo te faltan 100 metros! ¡Llegarás antes si vas corriendo!". Les agradezco los ánimos y el consejo, cojo la bici y recorro lo últimos metros corriendo.
Y por fin la tercera prueba de carrera. Es la parte de las tres que más controlo, ya que es lo que hago durante todo el año. Empiezo la carrera pendiente de mis piernas ya que mucha gente me había alertado que la transición de bici a carrera es rara, ya que las piernas no acaban de responder. Noto que las mías sí que responden, todo está en orden, pero las noto muy pesadas, demasiado cansadas. Así que bajo el ritmo por debajo de mi media para no tener que parar antes de cuenta. Me voy fijando cómo está la gente y veo que muchos han llegado fundidos, lo que me da ánimos para continuar. Poco a poco me voy encontrando bien y voy recuperando mi ritmo, llegando a la línea de meta y una velocidad más alta que con la que había comenzado este último segmento de la carrera.
En total tardé 1 hora y 1 minuto en completar toda la prueba. 8 minutos en nadar los 350 metros, 31 minutos en los 10 km de bici y 15 en los de carrera. El tiempo restante, en las dos transiciones.
Estoy muy contento de la experiencia. Estoy muy contento de los resultados. Y estoy muy contento de cómo el cuerpo me ha respondido a una prueba tan exigente (incluso siendo la categoría menor). El haber estado entrenando todos los días, casi sin excepción, durante las últimas 5 semanas antes de la carrera ha dado su resultado.
Soy un finisher. Han pasado 8 horas desde que acabé la carrera y todavía tengo la adrenalina a tope en el cuerpo. El incremento de confianza en mi mismo es muy alto ahora mismo.
Me avisaron que fuese con cuidado que el triathlon, una vez lo pruebas, engancha. Y estoy enganchado. El año que viene quiero volver a participar, pero esta vez subo un poco más el reto. Como mínimo quiero probar la categoría de sprint, el doble de distancias en cada uno de los segmentos.